Contenido creado por Gerardo Carrasco
Cultura

Réquiem por el cuarto oscuro

La reciente caída de Foto Martín fue el golpe de gracia al “rollo de fotos”: Hablamos con víctimas y sobrevivientes

En menos de diez años, la industria del revelado sufrió una profunda y forzosa reestructura, a la que no todos sobrevivieron.

29.03.2017 10:35

Lectura: 14'

2017-03-29T10:35:00-03:00
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Por Gerardo Carrasco
  gcarrasco@m.uy

Quien redacta estas líneas hizo sus primeros disparos fotográficos a comienzos de los 90, siendo poco más que un adolescente y con una cámara que compró con la remuneración de su primer empleo. Se trataba de uno de esos aparatos espartanos y económicos, hechos para apuntar y disparar sin más. Un rectángulo de plástico con un visor y una lente fija y diminuta, sin posibilidad alguna de ajuste manual.

A la hora de transformar esos disparos en imágenes, el procedimiento habitual era llevar el rollo a la farmacia del barrio, que a su vez lo trasladaría a una casa especializada y entregaría las fotos un par de días después. Más adelante, con la reducción de los tiempos de procesado, comenzó a ser preferible tomar el ómnibus hasta Foto Martín y aguardar el revelado in situ.

En febrero pasado, el viernes previo al feriado de Carnaval, dicha empresa -líder en el rubro durante décadas- anunció el cierre definitivo de todos sus locales. La noticia se mencionó brevemente en los medios y no despertó mayor interés en la gente. Sin embargo, para algunos fue un hito de enorme carga simbólica, la confirmación postrera del fin de una época: la del uso de la fotografía analógica por parte del gran público.



A este respecto, Montevideo Portal recabó testimonios de personas que trabajaron -o aun lo hacen- en rubros vinculados a la fotografía analógica. Para la mayoría de ellos, la tecnología digital tuvo efectos similares a los del famoso meteorito que cayó en la Tierra en tiempos de los dinosaurios: muchos desaparecieron, y solo los capaces de adaptarse a la nueva situación lograron salir adelante.

Un sobreviviente

"En 1985 yo trabajaba en Kodak. Los lunes, que era el día pico, podían revelarse entre 1.000 y 1.500 rollos. Un lunes después de Turismo podía llegarse hasta 3.000, dependiendo de la capacidad del laboratorio", cuenta a Montevideo Portal Manuel Comesaña, quien actualmente dirige la empresa Mercado Fotográfico, una de las pocas "quizá la única" -apunta- que todavía procesa película fotográfica en nuestro país.

Ciertamente, más allá de la labor de aficionados o profesionales que revelan sus propias fotos, son escasos los laboratorios que procesan película, siendo Kilómetro Cero uno de los abanderados en esa materia

Esas cifras de la década de 1980 se han reducido a un número insignificante, y casi la totalidad de los revelados que se realizan en la actualidad son a partir de archivos digitales.

Al igual que la mayoría de los testimonios recabados para el presente artículo, Comesaña data el final de esta "edad de oro" con la llegada y popularización de la fotografía digital, un punto de inflexión que en Uruguay podría situarse hacia el año 2009.

"Es entonces cuando la foto en film comienza a desaparecer. Agfa desparece, Kodak también, y más recientemente Fuji. Cerraron las fábricas de película", recuerda.

Pese a esta enorme modificación de su rubro laboral, Mercado Fotográfico se las ha ingeniado para adaptarse y sobrevivir.

"A la hora de imprimir, el papel fotográfico sigue siendo el mismo y se sigue fabricando, el proceso químico de imprimir es el mismo que con la película, por lo que el papel y los productos de revelado subsistirán mientras se siga imprimiendo ¿Quién sigue imprimiendo? Los profesionales. El aficionado no tiene necesidad", explica el empresario.



Hoy en día, "cualquier aficionado saca decenas o cientos de fotos por día y no imprime ninguna, porque no le hace falta y cuesta dinero. El fotógrafo sí tiene necesidad de entregar un trabajo terminado, que es la foto impresa", detalla Comesaña.

La modalidad al uso entre los profesionales es el Foto Libro "que son álbumes grandes, láminas de 30 x 60 centímetros", cuya elaboración requiere del fotógrafo un trabajo diferente al de antaño.

"Ya no va más eso de hacer la fotito de 10, 15 o 18 centímetros y pegarla con Cascola a un álbum. Ahora el fotógrafo tiene que sentarse ante la computadora y armar. Nosotros les facilitamos un software que facilita el trabajo, porque el Photoshop (el editor de imágenes más popular) requiere conocimientos y el procesado puede llevar mucho tiempo", detalla.

En cuanto al viejo rollo de película, todavía hay quienes lo usan -gente mayor, hipsters, amantes de lo retro- pero cada vez son menos, y no tienen necesidad de revelar el film completo como se hacía antes.

"Hoy mismo vino una chica con una Zenit, una cámara rusa de los años 70", cuenta con satisfacción. En estos casos, Comesaña revela el rollo mediante proceso químico, pero en lugar de imprimir las imágenes las escanea y las almacena en un disco compacto, que entrega al cliente. "Ella eligió luego las fotos que quería imprimir. Se fue con su cámara, los negativos en un tubito y las fotos escogidas en un álbum".

Para Comesaña, esa compulsión fotográfica de los tiempos digitales ofrece más desventajas que beneficios.

"El aficionado saca montones de fotos y dice ‘las guardo acá, las guardo allá' y luego las pierde. Si las quiere mostrar no tiene cómo, no sabe dónde encontrarlas rápidamente. Se acabó aquello de abrir un cajón del armario y encontrar las fotos de las últimas vacaciones. Se terminó, son muy pocos los que imprimen porque es caro y no es obligatorio", insiste.



Lógicamente, admite las bondades de las fotos en la red, el hecho de que "al poner las fotos en Facebook, Instagram, etc., las proyectás de inmediato. Publicás instantáneamente y las ves vos desde acá y tu primo en Australia. Pero esa fotito la viste en el momento y se fue, se esfuma. Pasa un año y comentás ‘¿Te acordás de aquella foto? No sé dónde está, se perdió'. Se pierden los recuerdos", lamenta.

En cuanto al caso de Foto Martín, el profesional entiende que se trataba de una suerte de muerte anunciada, más allá de los intentos de reconversión de la empresa.

"Hoy, una estación de servicio de repente vive de lo que vende su minimercado y no de la nafta. Es lo que le pasó a Foto Martín: vendía de todo, radiograbadores, lo que fuera, porque la fotografía no le daba, porque dependía del aficionado y el aficionado dejó de imprimir. Y bueno, así le fue, cerró", expresa.

A diferencia de la recientemente desaparecida empresa, "Nosotros somos tres laboratorios en plaza que trabajamos con los profesionales. Obviamente también con los aficionados", porque "el aficionado al que le gusta la foto en papel y tiene el dinero para hacerlo, viene a imprimir e imprime abundante", añade, aunque también hay otros que lo hacen con unas pocas fotos.

"Antes teníamos un laboratorio de quince minilabs (máquinas de revelado), y ahora trabajamos con dos, sólo digitales. En este edificio ocupábamos tres pisos y éramos hasta cuarenta personas trabajando. Ahora somos diez", compara.

"Nosotros vamos a seguir trabajando por y para el fotógrafo profesional, donde tenemos una importante cartera de clientes. También trabajamos con el aficionado, pero no podemos vivir de eso", enfatiza.

Un retirado

"Trabajé quince años en Tecnifilm, una casa que estaba en 18 de Julio y Cuareim, propiedad de los hermanos Sznaier. Fueron los primeros importadores de cámaras Zenit", recuerda Osvaldo Ramos en diálogo con Montevideo Portal.



Tras esa etapa inicial en el rubro, se desempeñó en otras firmas hasta que decidió bajarse del barco antes de que se hundiera. Hoy trabaja como portero en un edificio.

Ramos ingresó a Tecnifilm en 1987, y recuerda que "en esa época se hacían muchos revelados", y la demanda era tanta que en ocasiones derivaban trabajo a las compañías Kodak y Fuji.

Al igual que Comesaña, Ramos apunta que la decadencia del rubro comenzó con el advenimiento de la tecnología digital, y recibió el golpe de gracia ante el surgimiento de la web 2.0 y las redes sociales.

"Ahora con el tema del WhatsApp y el Facebook y pasar la foto por Internet, la gente no imprime nada", afirma.

Ramos tuvo un breve pasaje por Foto Martín: duró sólo unos meses y se produjo en 2015, cuando la firma ya estaba seriamente afectada por la crisis que acabaría por llevarla a la quiebra.

"La gente que iba llevaba el teléfono y hacía una copia o dos, cuatro a lo sumo. Revelado de rollo había muy poco, y se mandaba a casa central porque el local de Montevideo Shopping (donde trabajaba) no lo hacía porque no valía la pena, se hacían uno o dos por semana, o menos", recuerda Ramos, una cifra lastimosa en comparación con los millares que menciona líneas arriba su colega.

Para Ramos, está claro que Foto Martín no "murió con los ojos abiertos". Por el contrario, vio venir los cambios que se producían, pero aun así no pudo encajarlos.

En cuanto al revelado, "Foto Martín abrió el mercado todo lo que pudo. Imprimían fotos para tazas, llaveros, lo que fuera, pero no había manera. La tecnología se comió el rubro y no hay forma de cambiar eso", dice.

Cuando comenzó la era digital, Ramos todavía trabajaba en la también extinta Tecnifilm. "En ese tiempo la gente decía que se iba a volver al rollo, pero no, no se vuelve más. Fue un cambio muy rápido y sin retorno".

Interrogado acerca de si estas transformaciones son beneficiosas o negativas para el mundo de la fotografía, su respuesta no es tajante.

"Para mí tendrían que coexistir las dos cosas. Es linda la foto impresa pero también lo es la instantaneidad al enviar una foto a cualquier parte del mundo". Asimismo, comparte la opinión de Comesaña respecto al segmento de mercado que mantiene vivo el revelado.

"Creo que a nivel del gran público, lo popular, ahí ya fue. Se decía que la gente iba a volver a la cámara por la calidad, pero parece que a nadie le importa la calidad, importa que la foto pase, (por Internet) la vean del otro lado, y ya está. No veo que haya interés en los detalles de calidad, los pixeles, los colores, el flash" que en los celulares no es tal.


¿Cómo se las arregla el que arregla?

Si bien el revelado de película es el negocio más castigado por la llegada de las tecnologías digitales, otros rubros vinculados a la fotografía también se vieron afectados en esta paradójica época de transición, donde se toman más fotografías que nunca, y sin embargo, las profesiones vinculadas a esa actividad se ven en apuros.




"Nosotros estamos en una especie de ocaso, no hay vuelta atrás. La tecnología cambió, y también el comportamiento de la gente, precisamente porque la tecnología favorece ese cambio de comportamiento", opina H, un técnico en reparación y mantenimiento de equipo fotográfico, quien prefiere no revelar su nombre.

"El cambio empieza a fines de los 90 con la introducción masiva de la tecnología digital. En ese momento cambia la forma de usar la fotografía, ya no se necesita el revelado porque la forma de compartir es otra. Ya no hace falta un café, una reunión familiar o de amigos para ver las fotos de un viaje: durante ese mismo viaje se van compartiendo en tiempo real, y se comentan en las redes, se da con espontaneidad e instantaneidad", describe.

Al igual que sus colegas, al describir la situación global del rubro no puede evitar referirse a la reciente caída de Foto Martín, y coincide con ellos en el diagnóstico: "Tuvo que cerrar porque, más allá de su diversificación en los últimos tiempos, su negocio de base era el revelado", un modelo de negocio que "ya no tiene andamiaje".

Luego, refiriéndose a su especialidad, confiesa que el taller de reparaciones "tampoco deja hoy mucha ganancia, porque las cámaras digitales chicas, para aficionados, fueron ampliamente sustituidas por los teléfonos celulares, que fueron mejorando su calidad de imagen, siempre están a mano y permiten compartir de inmediato".

Así las cosas, el mercado se reduce a las cámaras de gama media y las profesionales, un segmento que tampoco se presenta sencillo.

"Si están dentro del año de uso las arreglás con la garantía, y si ya pasó ese período, tenés que ver si te conviene arreglarla. Una cámara comprada hace tres años, la vas a arreglar y la reparación te puede llegar a costar la mitad del precio del artículo. Si soy honesto, te tengo que invitar a que pienses bien si vale la pena", reconoce.



Para botón de muestra, basta referirse a lo que sucede con el obturador, una pieza móvil que el uso acaba por estropear tarde o temprano. En las cámaras réflex, la duración de este elemento se calcula en cerca de 100.000 disparos, pero pueden ser bastante menos o muchos más.

"El obturador se repara y queda nuevo, pero el resto de la cámara sigue teniendo los tres años de edad y uso que tenía al entrar al taller".

Por eso, admite que en el funcionamiento actual del mercado y la industria, la reparación no siempre es la alternativa más conveniente.

"A veces la gente repara las cosas, cuando el consumismo te indica claramente que tenés que sustituirlas. Y dentro de las reglas de juego de ese consumismo es sensato aceptarlo, porque los aparatos, desde su concepción, no están hechos para durar eternamente. La reparación servía cuando los aparatos eran duraderos", entiende.

"Con el paso del tiempo empiezan los problemas, las quejas del usuario: ‘No la veo como antes', dicen. Si no la ve como antes cómprese una nueva", recomienda, teniendo en cuenta que el rápido relevo tecnológico seguramente ofrezca ya un modelo nuevo, o el mismo a precio rebajado.

"Hay aparatos muy caros que sí están diseñados para una mayor durabilidad, aunque tampoco son eternos, porque su parte eléctrica se deteriora. Los lentes pueden conservarse y cambiarse de cámara a cámara, aunque con el tiempo pueden sufrir pequeños desajustes que no tienen arreglo o no vale la pena reparar", detalla.

Sangre nueva


Pablo lleva largos años vinculado a la fotografía, y desde 2009 es copropietario de Foto Imagen, una firma surgida en un punto de inflexión "a la baja" para el rubro, y donde otros actores comenzaban a preocuparse. Sin embargo, lograron abrirse camino gracias a su especificidad y a "haber empezado con otra cabeza".

"Mi socio y yo trabajamos desde el 92 en fotografía, conocíamos el negocio. Viendo a los profesionales que trabajaban en fiestas y que habían empezado con el formato de los fotobooks, nos volcamos más hacia un servicio personalizado al fotógrafo", resume.

Como empresa nueva, Foto Imagen no se vio lastrada por el caduco formato de film.



"Arrancamos directamente en digital, nunca trabajamos con rollo, aunque sí lo hicimos en otras épocas, con otros emprendimientos. Este lo iniciamos cien por ciento digital", cuenta.

Pese a que la empresa se ha consolidado en plaza, Pablo admite que el negocio de la fotografía en términos generales "se ve difícil".

"Nosotros abrimos mucho el abanico de productos y servicios para seguir subsistiendo, todo tipo de productos, buscando todo tipo de opciones para que la gente imprima, pero se saca mucha foto y se imprime muy poco", dice el empresario, en total coincidencia con sus colegas.

"Estamos en un negocio que se ve vidrioso. Lamentablemente han venido cayendo los grandes, y hasta se podría llegar a pensar que en algún momento se podrían complicar la cosa a nivel de proveedores", comenta Pablo, planteándose el peor escenario.

"Kodak tuvo un momento muy difícil y reestructuró todo para seguir produciendo químico y papel, que es nuestra materia prima, pero no es fácil. Si poca gente imprime, y nosotros poco trabajamos, el proveedor podría decidir ya no traer más nada", explica.

A modo de ejemplo, cuenta una anécdota harto elocuente: en noviembre pasado, Foto Imagen participó de un evento para aficionados a la fotografía y obsequió varios cupones canjeables por ampliaciones fotográficas. Uno de esos cupones cayó en manos del autor de estas líneas.

"De todos los que recibieron el regalo, vos sos el primero en venir a usarlo. La gente no quiere imprimir, aunque le regales la foto", concluye.

Gerardo Carrasco / Montevideo Portal

Por Gerardo Carrasco
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