Contenido creado por Gerardo Carrasco
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El rey pescador

Brasil: descendientes del Emperador aprovechan la coyuntura para proponer una vuelta a la monarquía

Brasil: En medio de la zozobra política, los herederos de la Casa Imperial aspiran a restaurar su monarquía, destituida en 1889 tras el advenimiento de la república.

25.04.2016 15:45

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2016-04-25T15:45:00-03:00
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Montevideo Portal

Las manifestaciones pro Dilma y anti Dilma congregaron en los últimos meses a decenas de miles de personas en Brasil, conformando un verdadero collage de clases sociales.

Entre quienes apoyan el juicio político a la mandataria, se encuentran unos pocos especímenes de alcurnia.

A quien siga de cerca las transmisiones televisivas de esas movilizaciones, quizá le hayan llamado la atención la presencia de algunas banderas imperiales de Brasil, en las que el globo azul del centro es sustituido por la corona y el blasón de los reyes.

Portando tales estandartes se encuentran los monárquicos brasileños, que quieren aprovechar el clima de desunión que se vive actualmente en el país norteño para proponer una solución que significaría una vuelta al pasado: restablecer el régimen depuesto por los republicanos hace ya 127 años.

El monarquismo brasileño es conducido por los descendientes de Pedro II, emperador muerto en el exilio.

Su figura más activa actualmente es Bertand de Orléans y Braganza, de 75 años, tataranieto de Pedro y segundo en la hipotética línea sucesoria al trono brasileño.

Tratado de alteza por sus asesores, Bertrand lidera el movimiento debido a que su hermano Luiz, de 77 años, no está en condiciones de salud como para hacerlo.

El príncipe nació en Francia -y conserva un discreto acento francés- y supo mostrarse en los recientes actos callejeros, donde muchos de sus potenciales súbditos aprovecharon para hacerse selfies con él.

Si bien insiste en remarcar el carácter suprapartidario que debería tener un monarca de un restaurado Imperio del Brasil, Bertrand concentra sus críticas sobre el PT, al que ve como artífice de un plan maestro para imponer el socialismo en el país.

"Nuestra bandera es verde t amarilla, jamás será roja", machaca incesantemente en sus discursos y sus publicaciones en las redes.

Recientemente, no tuvo reparos en subirse a la caja de una camioneta con altavoces para repudiar "a los que tienen la intención de implantar en nuestra patria aquello que fracasó tras la Cortina de Hierro".

En diálogo con el periódico paulista Folha, el aspirante a emperador dijo apoyar los actos callejeros, pero distinguió entre "los movimientos agitadores pagos" y "el Brasil auténtico, que trabaja y da resultado".

Solución real

Es en la insatisfacción popular de hoy donde el príncipe cree que hallará margen para reclutar adeptos a la idea de reinstalar a los Orleáns y Braganza al frente del país.

Él sostiene que hay cada vez más interesados en su causa, promovida online y a través de folletos distribuidos en las marchas callejeras, y que destacan las supuestas bondades que conllevaría una restauración monárquica.

Además, compara la tensión de las elecciones presidenciales con una pelea de familia donde los hijos -es decir, los ciudadanos- "pierden el respeto para con los padres (la clase política).

En contraposición a ese panorama de luchas, "la monarquía garantiza unidad, estabilidad y continuidad", explica.

"Brasil siente nostalgia de un régimen que haga de esta nación lo que una nación debe ser: una gran familia con un destino común que cumplir", expresa.

"Cuando los brasileños gritan "quiero mi Brasil de vuelta", están gritando "quiero el Brasil del Cristo Redentor y de Nuestra Señora Aparecida", se entusiasma.

La retórica religiosa -algo que no es novedad en el discurso monárquico- atraviesa toda la historia de su familia, que a más de un siglo de haber sido derrocada, todavía forma a sus descendientes para un eventual regreso al trono.

¿Qué rey soy?

En la práctica, Bertrand propone un régimen "en la línea del Segundo Reinado (1840 - 1889), pero actualizado de acuerdo a las circunstancias".

Pero la idea de que debe ser un descendiente de los emperadores del siglo XIX quien porte la corona restaurada, es algo acerca de lo que no existe consenso ni entre ellos.

Juan Enrique de Orléans y Braganza, de 61 años y miembro de otra rama de la familia, asegura que nadie puede imponerle al país semejante cosa.

Dueño de una posada en Paraty y habitual participante de las marchas en las afueras de Río de Janeiro, Juan Enrique dice ser más parlamentarista que monárquico. Sin embargo, argumenta que el sistema funcionaría mejor con un rey (nulo como jefe de Estado, tal como sucede en Europa) que con un presidente.

Pese a que le da los mismo que sea o no alguien de su familia quien reine, recuerda que "los miembros de las familias reales son educados desde pequeños con principios que afirman el respeto al país, a las instituciones, a la democracia. Eso tiene un gran peso público. Ninguno de nosotros tuvo jamás roles político partidarios".

¿Tiene algún asidero los sueños reales de los Orléans y Braganza? Las pretensiones monárquicas fueron rechazadas en un plebiscito realizado en 1993, cuando la propuesta de la realeza no superó el 10% de las voluntades.

Una vez más, Bertrand busca las respuestas en el pasado, y cuenta que durante la caída de la Unión Soviética, era común ver el emblema de los Romanov y la bandera de la Rusia zarista entre la multitud.

Pese a que en Rusia el régimen soviético no fue sustituido por los zares, al príncipe brasileño le sigue gustando el símil.

"Los brasileños se están comenzando a preguntar si alió la pena la república", asegura.

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