Contenido creado por Gerardo Carrasco
Cultura

Aunque ya no importe

Dorothea Muhr recuerda a Onetti a veinte años de su muerte

“A Onetti no le dieron el Nobel por ser muy depresivo”, recuerda su compañera, Dolly Muhr, a veinte años de su fallecimiento.

19.10.2014 14:02

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2014-10-19T14:02:00-03:00
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Montevideo Portal

Juan Carlos Onetti (1909-1994) pasó veinte años en Madrid. Los mismos que en 2014 se cumplen de su muerte. Un aniversario que la Casa de América de la capital española escogié esa fecha para rendir homenaje al escritor uruguayo con una exposición que recupera su figura y recrea su particular universo. Más de 300 objetos personales, muchos de ellos inéditos, para acercarnos al Onetti más íntimo. Ese "Juan" con el que Dorotea Muhr compartió casi una vida.

Entrevistada por el periódico matritense ABC, Muhr recuerda la figura del célebre narrador uruguayo.

Para Dolly, el recuerdo de Onetti "es una cosa continua. Hablamos de Onetti como si fuera alguien entre nosotros. No hay una sensación de que son veinte años. Por suerte, es una cosa muy suave y muy hermosa, porque está presente siempre".

Asimismo, define al célebre escritor como "alguien muy contradictorio. Por un lado era un depresivo, podía ser agresivo cuando no quería ver a alguien. Y por otro lado tenía una dulzura y una ternura impresionantes. Estaba al margen de la vida, lo creativo era más fuerte que la realidad. Un día me dijo: ‘Mis personajes son más fuertes, están acá conmigo, vos sos un fantasma'". recuerda.

Asimismo, se refirió al proverbial carácter hosco y retraído del artista, asegurando que "usaba eso para echar a la gente, porque siempre decía que no hay nada mejor que un buen libro y cuando le impedían leer se ponía un poco..."

Interrogada acerca de los autores en los que se sumergía durante esos aislamientos, enumera una lista de primer nivel. "Faulkner, más que nada. Los grandes autores a los que él quería: Proust, Céline, Hemingway, Fitzgerald. . . Hay tantos. . . Todos los franceses, Sartre, Camus... Los que quieras".

En cuanto a su fama o reconocimiento, rememora que nunca le importó demasiado, pero que vivió como "un sueño hecho realidad" el ser publicado por la editorial francesa Gallimard, la misma que en su hora publicó a Marcel Proust.

Respecto al hecho de no haber recibido el Premio Nobel, luego de sonar como uno de los candidatos, Dolly asegura que Onetti jamás consideró seriamente recibirlo.

"Le hubiera dado una enorme alegría, pero en ningún momento pensó que se lo iban a dar. Uruguay era un país muy chico, no era importante, y hay mucha política. El que dirigía el Nobel en esa época leyó parte de su obra y lo descartó porque dijo que era muy depresivo", cuenta.

En cuanto a su ejercicio del periodismo, Muhr considera que para Onetti significaba algo igual o más importante que la literatura. "Para él, ser periodista era escribir, pero de otra forma. Quizás ser periodista le ayudó a ser escritor. Trabajó en Acción y levantó Marcha desde el principio. Lo montaba todo, lo hacía todo solo".

"Le gustaba dibujar letra por letra, escribía todo a mano. Bueno, el periodismo, a máquina. Pero escribía cada letra. Por eso no corregía, porque le daba tanto tiempo para pensar y escribía tan lento que ya sabía lo que quería escribir. Había una sensualidad en la escritura", recuerda acerca del modo de trabajo del narrador uruguayo.

Posteriormente, se refirió al modo en que le afectó su breve reclusión en Uruguay. "Creo que cuando salió de eso estaba como resignado y diciendo adiós al Uruguay un poco. Pero lo pasó muy mal. Tuvimos suerte al no estar en el piso cuando vinieron a buscarlo a las cuatro de la mañana, porque lo habrían encapuchado, golpeado; lo podrían haber matado del susto".

Luego, llegó el exilio y la lenta adaptación a esa nueva vida lejos de su tierra. "Los primeros dos años casi no podía escribir. Él era un hombre de hogar, era signo de cáncer, era muy hogareño. Volver a construir su casa casi igual que la que tenía en Uruguay, le sirvió para decir: ‘Bueno, estoy acá, no importa que este país no sea el mío'. Eso lo ayudó", evoca.

Pese a haber sido su compañera durante décadas y también sus inspiradora -"la violinista de ‘La vida breve' soy yo", dice- Dolly asegura que jamás llegó a conocer completamente a Juan Carlos Onetti
"Juan tenía una vida interior, una profundidad, una complejidad enorme, enorme. Al final sentía que se iba... Por suerte tuvo una muerte muy tranquila, porque estaba casi leyendo cuando murió".

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