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Mentiras verdaderas: Pedro Bordaberry

La genealogía de los significados

¿Qué transmite Pedro Bordaberry más allá de sus palabras? En nuestro análisis semiológico, comprobamos que “sus sonrisas son más bien forzadas, medidas; esbozadas más para satisfacer a una imagen esperable de él que a sí mismo”. Por Washington Silveira.

Mentiras verdaderas, verdades mentirosas (tercera entrega): Pedro Bordaberry. Por el perito semiólogo Washington Silveira. Ver el resto de las entregas.

En Uruguay Pedro es un nombre común, pero Bordaberry es un apellido cargado de connotaciones. Entonces, ¿cómo habría de presentarse este candidato ante la opinión ciudadana? Simplemente PEDRO. Como obligado a renegar de la asociación de significados que trae su estirpe. Sin embargo, la minimización semiológica del antecedente nominal es un imperativo de imagen política, pero no un dilema familiar, y de ello testifica el recordado enfrentamiento con Rafael Michellini, en el que se le viera como un hijo dispuesto a defender vehementemente a su padre.

La carga de disociar significados ha sido para Pedro Bordaberry uno de los mayores desafíos. Para muchos, no deja de ser "el hijo de un dictador" y el peso de ello es una poderosa distracción con la que ningún candidato quisiera lidiar. No hay ninguna duda que, en esta campaña, "ser hijo de" tiene su peso específico. Un peso que puede llegar a ser favorable en las internas partidarias, pero complejo en la instancia decisiva de la decisión final de la ciudadanía.

Pero no sería justo depositar en la mera genealogía la valoración de atributos genuinos que pudiera tener un candidato. Bordaberry ha tenido experiencia política como legislador y ministro, se ha granjeado una confianza mayoritaria dentro de su partido, desplazando incluso al tradicional y emblemático batllismo "ortodoxo", y sobre todo se erige como una personalidad fuerte, diríamos la más fuerte, de la actual oposición política.

Es la referencia del más sincero y frontal antagonismo con la conducción de la izquierda. Con el caballo de batalla de la inseguridad -la más importante de las preocupaciones actuales- y argumentos más férreos, para la discusión, que los ofrecidos por el otro líder de los bandos políticos fundacionales, es sin embargo cautivo del deterioro histórico sufrido por su partido y la desconfianza en su linaje.

Bordaberry más allá de las palabras

Desde lo comunicacional Pedro Bordaberry apuesta a un perfil asociable con la seriedad; al punto que sus sonrisas son más bien forzadas, medidas; esbozadas mas para satisfacer a una imagen esperable de él, que a sí mismo. De ello dan cuenta los músculos del rostro asociables al gesto de sonreír (cigomáticos, orbicular de los labios y risorio) los que se colocan con cierto grado de esfuerzo y rigidez que, por momentos, llegan a configurar una contracción casi comparable a la facie de risa sardónica (1)  (rictus) propia del tétanos (2).

En las entrevistas se aprecian otros comportamientos gestuales de sus expresiones faciales, activándose alternadamente ceños fruncidos, frente corrugada u ojos casi estáticos para componer el correlato de la desaprobación, el asombro, la indignación o el rechazo que sostendrá ante los tópicos propuestos por sus interlocutores. En cambio, da lugar al levantamiento del ceño, el pestañeo y la descontracción cuando encuentra espacio para aquello que lo identifica o la explicación de sus fundamentos.

Su itinerario discursivo sobrepuja sus propias capacidades gestuales, casi siempre mas estacionadas que el pensamiento que acompañan. La verbalización responde a un candidato racionalizador, especulativo, con recursos comparativos, buena ejemplificación y habilidad de síntesis. No apela al circunloquio y son escasas las inserciones evasivas ante sus interlocutores. El correlato entre lenguaje verbal y no verbal es ocasionalmente desfasado, lo que, en su caso, puede significar un componente obsesivo con relación a ciertas ideas.

Suele repetir algún recurso expresivo cuando se refiere a temas cuya obviedad puede ser puesta en duda por sus interpelantes. Uno de los más utilizados por Bordaberry, predominantemente a final de frase, es la expresión: "ni que hablar". Sabe lo que debe decir en los temas urticantes, pero también marcar los matices sin conflictivizar demasiado los posibles cuestionamientos, como por ejemplo cuando se refiere a la ley penal de responsabilidad empresarial o al impuesto de primaria a los ruralistas.

Algunas "marcas de expresión", identificadas en los pliegues dominantes de su rostro, lo ubican como un sujeto de recurrente preocupación y por momentos se le podría asociar a una imagen lindante con la amargura. Sin embargo, sabedor de que hay que apelar al mejor semblante, particularmente ante otras imágenes que se postulan más alegres y "positivas" -y que le compiten por el mismo lugar en el espectro político- ha debido realizar esfuerzos adicionales y posiblemente desgastantes para desafiar sus tendencias gestuales y, en definitiva, ensayar una simpatía que doblegue hasta a las mismas encuestas a las que dice respetar pero a las que quiere "ganarles", tanto o más que a sus propios adversarios.

Las metáforas turfísticas suelen, en este último sentido, estar presentes para ilustrar la circunstancia del posicionamiento que ocupa en la escala de intencionalidad del voto y ha recurrido reiteradamente a la figura de la "sorpresa", es decir aquel caballo que corre una carrera sin ser el "favorito" ni el "enemigo" esperable. Los resultados de la reciente elección en Brasil le asisten en su confianza y audacia para desafiar las proyecciones matemáticas y de hecho lo ha mencionado, pero todo indicaría que para Bordaberry "cuanto más sufrido mejor es el triunfo". Algo así como lo que le sucede a un típico "hincha uruguayo".

Escrito en las manos

Sus manos son la marca más precisa de compatibilidad con las ideas que trasmite. Las conceptualizaciones ideográficas no faltan y están presentes en casi todo su recorrido expositivo. Ello es un signo de la convicción de sus argumentos. Se le podría asignar una preocupación sostenida por persuadir de la viabilidad de sus propuestas, aunque hay un permanente reenvío a la confianza en sus asesores cuando se le pregunta por ello. Apela a cierto rigor metodológico de su programa de gobierno, y su discurso lo recorre, casi sin mencionarlo, ante los temas que se le plantean. En ello se aprecia el apego a una estructura estudiada y creencias consolidadas.

No ha ofrecido alusiones a referencias históricas de connotación emocional que podrían, tal vez, apelar a las raíces mejor regadas del lejano, victorioso y transformador Partido Colorado de otrora. Ha preferido seguir una línea de apelación más moderna y foránea -como lo ha sido su insistente mención a Rodríguez Zapatero- a la hora de reforzar criterios propios y actuales. Esto no es nuevo en el Partido de Pedro. Recordemos la constante convocatoria discursiva de Julio María Sanguinetti a la figura de Felipe González. Estos signos icónicos (de semejanza) remiten a un debate del imaginario político en cuanto a quién es o puede ser la "Social Democracia" en Uruguay, y el contrincante inexcusable es el actual partido de gobierno.

Recurre habitualmente al manejo de cifras y datos, entrando usualmente en contradicción con los oficiales, pero con la habilidad de dejar la duda sobre quien posee la autenticidad de las mismas. En este sentido, ha sabido hacer salir al oficialismo a realizar desmentidos, construyendo una "zona de incertidumbre" sobre la credibilidad del gobierno, como en el caso del ministro Eduardo Bonomi, cuando se le observan, desde las tiendas del líder colorado, las cifras de la criminalidad en el país.

Para Bordaberry, la gran batalla de los significados va más allá de su credibilidad personal. Ha asumido, con amplia adhesión de sus correligionarios, la difícil tarea de provocar el magnetismo perdido de su castigado partido. Solo la historia atestiguará si lo pudo lograr o fue vencido por el augurio de desaparición que, temerariamente, realizara el ministro Eleuterio Fernández Huidobro en sus más recientes declaraciones.

Desafiando los significados emergentes de la genealogía personal y partidaria, su papel es posiblemente el de reivindicarlos ante la imagen de los prejuicios. Un lugar en el que no muchos desearían estar.

(1) - Las facies son expresiones del rostro que sirven de orientación en semiología clínica para determinar el correlato patológico asociable y la facie de risa sardónica o espasmo facial cínico es la que corresponde a la rigidez de la cara que provoca el tétanos, particularmente en la región de los músculos que definen la risa.

(2) - Ver entrevista de Blanca Rodríguez en Subrayado Electoral al momento de preguntársele sobre "proyectos y planes que piensa llevar adelante" en cuanto a Economía.