Contenido creado por Martín Otheguy
Cultura

El fútbol es el arte de mi país

Una historia ilustrada de la pasión uruguaya por el fútbol, vista por una artista estadounidense

"Es necesaria una palabra mejor que amor para definir la pasión que los uruguayos tienen por el fútbol", escribe Candace Rose Rardon.

11.07.2018 09:28

Lectura: 8'

2018-07-11T09:28:00-03:00
Compartir en

Candace Rose Rardon ya ha pasado por este portal. Artista y escritora estadounidense, dedicó una "carta de amor ilustrada" al Uruguay, luego de venir a vivir a nuestro país. En su libro Home is a cup of tea, escribió un capítulo sobre el Uruguay y el mate, bellamente ilustrado, en el que cuenta con gracia y calidez algunos detalles de la idiosincrasia uruguaya. Ha escrito e ilustrado para la BBC, National Geographic y Lonely Planet, entre otros medios.

La celebración del Mundial y la forma en que se lo vive en nuestro país motivó otra de las columnas ilustradas de Candace, esta vez para la publicación Longreads. En ella, intercala sus ilustraciones con reflexiones sobre la pasión uruguaya por este deporte.

"El país donde el fútbol está primero", se titula la nota, que en su bajada aclara: "Uruguay, una pequeña nación con una pasión arraigada por el fútbol, es la inspiración para cualquier país no favorito que quiera competir para ganar la Copa del Mundo".

Su historia del fútbol uruguayo comienza con el Maracanazo, contando al público no familiarizado con nuestra historia la improbabilidad de la victoria uruguaya en un estadio repleto (único resultado que le servía a la Celeste), el triunfalismo brasileño y los titulares de los diarios de ese país.

"Había un solo problema. No habían jugado aún el partido y los rivales pequeños pero poderosos de Brasil no estaban dispuestos a irse sin pelear", cuenta Candace, que recuerda el desprecio de Obdulio Varela a los diarios brasileños y su famosa frase sobre cómo los de afuera son de palo.

Luego del 2 a 1 de Ghiggia, "a medida que el reloj se acercaba a los 90 minutos, el estadio se volvió cada vez más silencioso. El aire era espeso, lleno de shock e incredulidad".

"Tan perturbadora fue la victoria de Uruguay sobre Brasil que al partido se lo llamó Maracanazo, y es una historia que todo uruguayo conoce desde entonces y que adquirió calidad de leyenda", dice Candace.

Luego, la nota pasa al testimonio personal. "Antes de mudarme a Uruguay hace unos dos años, si me preguntabas si me gustaba el fútbol te habría dicho que me encantaba. Aunque nunca lo jugué en mi vida, te hubiera contado orgullosamente sobre mi hermano menor Grant, que empezó a los cinco años y nunca paró", cuenta.


"Pero luego conocí a mi novio uruguayo José mientras ambos viajábamos por Europa. Unos meses después nos mudamos juntos a Uruguay, un país de 3.5 millones de habitantes, un lugar donde no hay error alguno sobre el deporte del que hablan cuando hablan de fútbol", agrega

El primer partido de la selección que vio fue el encuentro de eliminatorias contra Venezuela en el Centenario, en el que había una "excitación palpable" en el aire.


"Recuerdo dos momentos claros de ese Partido. El primero fue ver que en el público todos los uruguayos tenían la misma postura. Casi todos tenían un mate en una mano, un termo bajo el brazo y mantenían libre el otro con demostrando frustración, rabia o -como en los tres goles de Uruguay esa noche- exaltación", narra.

"El otro momento que recuerdo es cuando José me animó a que gritara ‘hijo de puta' cuando el juez tomara una mala decisión. Ni lo pienses, le dije, mirando a sus padres, no puedo hacer eso en frente a ellos. Nunca olvidaré que el padre de José se inclinó y me dijo, sonriendo pero totalmente en serio: ‘todo se perdona en el estadio'", recuerda Candace.

"Esa noche, comencé a preguntarme si no hay quizá diferentes niveles de amor por algo, y si al igual que los noruegos tienen una palabra específica por la euforia que uno siente al comienzo del amor (forelsket), no es necesaria una palabra mejor que defina la pasión que los uruguayos tienen por el fútbol", se pregunta.

Uruguay es, cuenta, un lugar extremadamente relajado para vivir. "Muchos uruguayos disfrutan más que nada poner un par de sillas en la orilla del agua y compartir el mate, dejando pasar el tiempo mientras el sol se pone sobre el Río de la Plata". Pero, matiza, "toda esa tranquilidad se evapora cuando se involucra al fútbol". "Simplemente acepté esto sobre esta cultura la mayoría del tiempo que estuve aquí: fue solo en el Mundial que me sentí compelida a llegar al fondo de por qué el fútbol domina de tal forma este país".

Fue así que comenzó a preguntar a su entorno cercano (se sorprende de que no haya una película de ficción sobre el Maracanazo) sobre las raíces de esta pasión. Se remonta luego un material histórico que considera casi mitológico para los uruguayos, como los campeonatos de 1924, 1928 y 1930.

"De a poco, lo fui entendiendo. A ver cómo el fútbol dejó de ser un mero deporte y se convirtió en una parte central de la identidad cultural. Estas historias de héroes improbables y victorias inesperadas son más que leyendas; son, quizá, uno de los más grandes legados de Uruguay" dice.

Comenzó a enumerar los locales de la ciudad que veía adornados con banderitas uruguayas. "Era como si el Mundial fuera una fiesta y todo el país estuviera invitado", reflexiona.

"Era una muestra de orgullo nacional que rara vez he presenciado en otros países en el mundo. Quizá solo en Inglaterra, donde vivía cuando el príncipe William y Kate Middleton se casaron y todo Londres se tornó rojo, azul y blanco", escribe Candace.

Se muestra sorprendida de cómo el jefe de su novio le dio la mañana libre para ver el primer partido, y como en el segundo, ante Arabia, consiguieron un proyector para la oficina y cancelaron todas las reuniones. "El fútbol siempre estaba primero", dice.

El partido con Rusia la encontró en la ciudad a la hora del partido, por un error de cálculo. "Nunca había visto las calles tan vacías. Era la única esperando en la parada. Por lo que veía, el Apocalipsis Zombie parecía a punto de golpear Montevideo", escribe.

La ansiedad de no llegar a tiempo a ver el partido le hizo decir "hijo de puta" en español sobre el bus. "Me detuve a pensar cómo me vería ante los ojos de otros. Una fanática delirante, con las manos en ademán de desesperación, idéntica a los que vi en el Centenario. Finalmente, sabía que mi transformaciòn estaba completa. No solo amaba al fútbol como observadora. Por primera vez me sentí participante activa, atrapada en un fervor mucho más grande que yo misma", cuenta.

En el partido ante Portugal la tensión se notaba en el aire. "Una niebla densa se había asentado en la ciudad durante días, y la gente bromeaba con que era el humo de tres millones de asados antes del partido", narra Candace.

"Casi no podía creer cuando Uruguay convirtió a los siete minutos", dice. Tras el empate de Portugal, el asado de amigos en el que Candace estaba se volvió silencioso. Ni los termos y los mates se tocaban.

"Y luego sucedió. Por algún milagro de milagros Uruguay lo hizo de vuelta, esta vez con un solo tiro que fue limpio a la red, un gol de la victoria. Nuestra humilde reunión se volvió loca. Las mesas se dieron vuelta, se sacaron los abrigos y volaron en el aire, se armó una montonera con Pedro, un amigo de José, como el desafortunado que quedó atrapado debajo", prosigue.

En el camino de regreso a su casa, vio una multitud festejando en la rambla de Pocitos y se metió en ella. "Fuimos llevados pronto por una marea eufórica de azul y blanco", cuenta, bajo el canto de "Volveremos, volveremos", a cuya letra prestaba atención por primera vez.

"Casi 70 años después de aquel día decisivo en Río de Janeiro, ¿podría el Mundial de este año albergar otro Maracanazo inesperado para Uruguay? ¿Sorprenderían al mundo una vez más y serían coronados por tercera vez? Tal cual resultó, no este año. Seis días después de la victoria ante Portugal, Uruguay perdió con Francia en cuartos de final. Pero en aquel momento singular en la rambla, mientras la multitud cantaba y bailaba alrededor nuestro, me di cuenta de que no me importaba cómo saliera el torneo, porque con un legado tan rico y legendario como el de Uruguay, había mucho que celebrar", dice.

"Y esa, me enseño Uruguay, es la verdadera magia del fútbol. Es un deporte donde los equipos luchan contra las probabilidades; un deporte donde todo es posible y donde, en cualquier momento, un país pequeño puede hacer historia", concluye.