Contenido creado por Jorge Luis Costigliolo
Entrevistas

Persistencia de la memoria

Conversamos con el músico Carlos Darakjian, que se presenta junto a Silvana Marrero y banda en la Sala Balzo del Sodre

El espectáculo “5 o 6 milongas” recoge parte de su trabajo de recopilación de las raíces de nuestra música popular.

15.03.2017 15:59

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2017-03-15T15:59:00-03:00
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Jorge Costigliolo | Montevideo Portal
jcostigliolo@montevideo.com.uy

Ida y vuelta fue un trabajo firmado por Carlos Darakjian y Silvana Marrero que navegaba el Atlántico de una orilla a la otra, en busca de sonidos reconocibles, mestizajes y herencias. Viaje a la raíz (Tararira Ediciones), su correlato en vivo, fue más lejos en su apuesta y diplomó a las canciones ante el aplauso del respetable. No fue gratuito: el dúo, junto a una sólida banda, logró vestir un puñado de piezas que, en otro escenario, no habría pasado del testimonio antropológico, con vestuario contemporáneo. Lo que podría haber sido pieza de museo, desbordó vitalidad de presente.

Ese repertorio ya viajó y pisó tablas entre Sudamérica y Europa, y el dúo vuelve ahora con Cinco o seis milongas (25 de marzo, desde las 21:00, en la Sala Hugo Balzo del Auditorio del Sodre, entradas a la venta a través de Tickantel), una apuesta por recrear un género que está en nuestro ADN, rascando la cáscara para ver qué hay debajo.

El Viaje a la raíz, entonces, dará una nueva vuelta montevideana antes de seguir rumbo por Bolivia, donde homenajeará a Mario Benedetti, y luego atravesará el mar para mostrarse en el Viejo Mundo.

Carlos Darakjian no es un botija que recién empieza. Se fogueó en los 80, metiendo teclados en la por entonces fermental movida del canto popular. Tocó con Silvio Rodríguez, Fernando Cabrera, Jorge Galemire y Mandrake Wolf, y grabó una punta de discos. Desde entonces, y hasta el día de hoy, alterna su pasión con un trabajo de oficina, porque es mentira que de ilusión también se vive.

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Estos últimos trabajos que venís haciendo rescatan la música latinoamericana, algo que 30 años atrás estaba de moda y, por eso, fue un poco bastardeada y no sobrevivieron demasiados buenos ejemplos de esa época. Hoy por ahí van contra la corriente, pero tiene más calidad que mucho de lo hecho en el pasado...

Hace muchos años que estoy en la música. Formalmente desde los 20, así que hace como treinta y pico de años. La cuestión de la raíz y la búsqueda de lo que somos, nuestra identidad, que para nosotros es difícil, porque somos influenciados por un montón de músicas del mundo entero, siempre me interesó. Hay una raíz. Difusa a veces. Entiendo sí que se bastardeó un poco ese género. Yo acompañé a músicos de lo que se llamó canto popular, y vi el desarrollo de los festivales, sobre todo en el interior. Esto no es muy políticamente correcto, pero más allá de la impresionante popularidad y masividad que tienen, la calidad de los espectáculos y la calidad del folklore, para mi gusto, está deteriorada. Se busca mucho el aplauso, la palma, el baile, y se entrevera todo en una cosa que casi es melódico internacional folklórico. Fuera de eso, si uno ve las raíces, o los antecedentes del folklore nuestro, argentino o brasileño, hay una riqueza extraordinaria. He escuchado un montón de propuestas sobre el folklore en Argentina que son divinas. De vanguardia, con estudio, con corazón, pero bien paradas en lo que es la tierra y sus tradiciones.

¿Fue ese el rescate que buscaron?

En este disco en vivo, que es un poco la continuación de un trabajo anterior que hicimos con Silvana Marrero, que se llamó Ida y vuelta, donde empezamos a ver que mucha de nuestra música popular o folklórica venía de muchos estilos, como la polca, el chotis, el vals, la mazurca, que de alguna manera fueron la raíz de estilos folklóricos nuestros, y tienen su inicio en Europa. Músicas que llegaron a los bailes de salón del Río de la Plata, como música para las altas esferas. Y en los medios populares eso se tradujo como se podía, buscando hacer una cosa parecida. En Ida y vuelta rescatamos parte de ese panorama musical, con lo europeo, lo que venía de África, de las Antillas. Sobre todo de Cuba. La habanera, que es "la mamá del tango", y está vinculada con la milonga. Hablaba con un músico cubano, amigo mío, Gerardo Alfonso, que me decía que el reguetón sale de la habanera. Ese ritmo [canta] ton, totón ton ton, que es de la habanera, y ese tzun, tzi tun tzi tun, del reguetón, viene de por ahí. Ese formato fue una bomba para todos. Las orquestas que tocaban habanera, danzas y danzones cubanos, y se adaptaron para tocar tango, tenían esa rítmica. De esto hay muchas bibliotecas, capaz que hay quien puede discrepar con esto. Uno depende de la fuente que lea, y hay distintas versiones.

Toda interpretación es política...

Exacto. Depende de cómo lo vea uno. Lo que considere más genuino, o sea mayor influencia para él. El candombe y la música afro también están vinculados con el tango. Ahí hay otra versión, y quizá no sean contradictorias. En El viaje a la raíz, que es el disco en vivo en la Zavala Muniz, reunimos las canciones del trabajo anterior y otras versiones de la música popular que nos parecía que tenían que estar. Hay varias milongas. "Barrio reo", que es un tango de Fugazot y Navarrine, que Gardel hizo muy popular, lo llevamos a un tiempo más milongueado. De Alberto Mastra, que es un monstruo de la música uruguaya y no es muy recordado, un autor exquisito, su interpretación, su riqueza, su vanguardia en ese momento, agarramos "Con permiso", uno de los hits de él. Hay una canción nuestra que se llama "Milonga del compadrito", que es una recreación, sobre un texto de Aníbal Marc Jiménez, que salió en la revista argentina Caras y Caretas en 1906. Ahí se describe una escena en la que la mujer empieza a bailar con el hombre, y lo cuenta como una novedad. Es sabido que el tango se bailaba entre hombres, y entre las versiones que se cuentan de la historia es que los compadritos, medio en burla al ritmo de los negros, hacían un movimiento de caderas que dio origen a lo que conocemos hoy como baile de tango. La milonga nos llega. Gastón Ciarlo, "Dino", autores de milongas de la zona, de Rio Grande, Zitarrosa, tienen una raíz linda de sonoridad, que no nos cuesta nada tocar. Lo hacemos, bien o mal, pero con naturalidad.

¿Cómo hacés como compositor o arreglador para tomar esos folklores y traerlos a 2017 sin que sean una pieza de museo y darles actualidad?

No tengo una respuesta muy clara. Sí sé que escuchamos otras cosas. Yo estudio y trato de conocer músicos como Bill Evans, Hermeto Pascoal, gente sobe todo vinculada al piano. Hay influencias de corrientes, de métodos, de actualizaciones de armonía, que le han dado un giro a los folklores. En Brasil, Antonio Carlos Jobim o Joao Gilberto, que son ya folklóricos, enriquecen muchísimo el estilo natural, con pasajes armónicos, con movimientos de la música que, de repente, vienen de otro lado, y que le dan colorido y actualidad a la música. Yo toco con Antonino Restuccia, Juan Ibarra, músicos jóvenes pero capos del jazz, que han tenido reconocimientos fuertes, porque son muy formados, y que tienen la oreja en el folklore.

Las dos antenas...

Sí. Y eso le aporta. Estos locos son tremendos músicos, y también con su sonoridad, con su acceso a información que, de repente, cuando nosotros éramos jóvenes no teníamos, le dan un color. La verdad es que no buscamos que sea una cosa actualizada, moderna, porque tampoco hemos logrado gran éxito.

No te lo preguntaba en términos de "éxito", que siempre es relativo, sino en cuanto a actualidad sonora...

Eso es interesantísimo. Yo estoy tocando una canción que es La menor, y va a pasar a Re mayor, Re dominante, La Re Sol, por decir una cadencia, ese pasaje que está en toda la música del mundo desde el año 1.500 hasta ahora, la puedo tocar en su formato original, o puedo enriquecerla con otros grados de la escala. Puedo hacer pasajes que, leyendo, estudiando a otros músicos, uno le va dando otros colores, y lo que se logra es una sensación nueva. La línea melódica se enriquece, puede pasar por otros lugares que no son solo modernos o un poquito sofisticados, sino que generan otras sensaciones, y cuando la cantante lo interpreta, también entra en otros lugares. Y los músicos que están tocando entran en otros lugares, y ahí es donde se empieza a dar una cosa interesante, haciendo algo que nos sorprende un poco. Es muy difícil de explicar.

¿Y cuál es el objetivo? ¿Sorprenderse ustedes o sorprender a los demás?

La sorpresa a los demás y que alguien te diga "Bo, qué bueno, nunca había escuchado esa versión". Es lindo recibir eso, pero la sorpresa propia, entre el grupo, creo que es lo que genera esa satisfacción que desencadena cosas. Esa mínima posibilidad, porque siempre estamos hablando de canciones, de la creación espontánea que puede darse en una música abierta, genera ese gesto, esa mirada, esa sonrisa. Ese diálogo musical se abre y se enriquece, y se disfruta, cuando uno está jugando con la cabeza levantada, como en el fútbol, tratando de desafiar al músico que está tocando. Recibir un contratiempo, un síncopa, esa cosa de intercambio.


Con Silvana Marrero vienen tocando mucho en España y América Latina, y eso no se ve reflejado acá, casi nadie se entera. ¿Te molesta que no se reconozca tu obra?


Uno va acumulando una especie de resaquita por ese tema. No es una cosa personal. Hay muchos amigos y amigas músicos, valiosos, a los que les pasa una cosa parecida. Creo que depende de que hagas algo que se haga popular, que tengas un tema que se haya hecho conocido por algún motivo. Que lo pasen en un teleteatro, en un programa de fútbol. Tiene que entrar en ámbitos masivos. Y no es fácil hacer eso. Uno tiene que tener esa mentalidad. Miro a Chico Buarque, que hace una canción sutil para una scola do samba, con toda la popularidad y la calle que tiene que tener y, al mismo tiempo, inteligente, novedosa, poética. Eso no es fácil. Es un arte. Creo que Jaime Roos y algunos artistas uruguayos tienen esa posibilidad, pero no son muchos. Tener un repertorio nuestro es bárbaro, pero crear esas cosas... Uno siempre está en camino, buscando acá, allá. Estudiando, tratando de aprender, buscando componer algo lindo, una canción que esté buena, que me guste cantarla, que no aburra. A veces pasa que hay canciones que la gente dice "Pah, loco, qué linda, cada vez que la escucho me emociono". Hay personas que me transmiten esa energía, pero son un grupito.

¿Y nunca te desveló eso? Porque viste cómo algunos artistas, con mayor o menor suerte, tomaron atajos para hacerlo...

Es difícil. Hay gente que lo hace con el corazón. Hay una parte de dignidad, que quiero cuidar, que me lleva a no componer en pos de. Calculo que, en cierta medida, me engaño. Me encanta que me reconozcan, sentir el mimo de la gente, que me admiren. Uno no hace música para encerrarse en una cueva. Hay una parte de uno que busca reciprocidad, que busca que venga laburo, dinero. Eso siempre va a ser bueno. Pero me reservo esa posible cualidad de hacer con ciertos límites. Nunca me pasó que viniera un productor X, del sello X, y me pidiera que cambiara una canción. No sé lo que haría en ese caso.

Pegaste una buena yunta...

Sí. Con Silvana, que vive entre Bolivia y España, y viene a Uruguay a visitar a la familia y a tocar una o dos veces por año. Eso no facilita las cosas, pero es una cantante increíble. Dúctil, con los puntos justos de la inflexión popular, con un pequeño toque andaluz. Me encanta laburar con ella. Además es una persona que canta como si estuviera hablando. Es imposible que no clave la nota, que te haga una segunda voz con errores. A mí, si alguna cosa me sale bien, es porque estuve laburando mucho.

 

Jorge Costigliolo | Montevideo Portal
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