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Internacionales

Para el sur el norte está lejos

Uruguay aún está lejos de El Salvador, consideró un especialista salvadoreño

Tras la alusión de Layera, el experto Luis Enrique Amaya explicó cómo funcionan las pandillas, principal problema de seguridad del país centroamericano.

16.05.2018 16:18

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2018-05-16T16:18:00-03:00
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Montevideo Portal

El Salvador fue uno de los países aludidos por el director nacional de Policía Mario Layera en la entrevista con El Observador en la que advirtió sobre las posibles consecuencias de un incremento del poder de grupos criminales organizados.

Layera imaginó, al ser consultado, que en Uruguay puede darse "un escenario como El Salvador o Guatemala", es decir, uno donde "el Estado se verá superado, la gente de poder económico creará su propia respuesta de seguridad privada, barrios enteros cerrados con ingreso controlado". En ese marco, "el Estado disminuirá su poder ante organizaciones pandilleras que vivan de los demás, cobrando peaje para todo".

Al ser consultado sobre si hay "indicios" sobre la generación de "pandillas", Layera explicó que "hubo movimientos fugaces que no cuajaron porque es difícil permanecer invisibles".

La comparación de Layera con El Salvador generó extrañeza en el salvadoreño Luis Enrique Amaya, consultor internacional en materia de seguridad pública. Desde San Salvador, Amaya dijo a Montevideo Portal que la situación de su país tiene "un nivel endémico de violencia" que, aún en sus momentos más bajos estuvo lejos de la situación uruguaya.

"En 2013 tuvimos la menor tasa de homicidios de los últimos años, cuando se ubicó en 39,4 cada 100 mil habitantes", señaló el especialista, que consideró que la cifra se encuentra "muy lejos" del dato de Uruguay, cuya tasa de homicidios fue de 8,1 cada 100 mil habitantes.

De todas maneras, Amaya explicó la génesis de la situación de El Salvador, que según él puede diferenciarse de la de Guatemala y Honduras, los otros dos países del llamado "triángulo del norte" de Centroamérica. Mientras en los otros dos países el narcotráfico tiene una incidencia mayor en el crimen organizado, en El Salvador el fenómeno de las "maras" o "pandillas" aparece más vinculado a una dimensión estrictamente territorial.

Amaya señaló que el fenómeno de las pandillas se consolidó en la segunda mitad de la década del 90. "En principio eran grupos de muchachos que se reunían en las esquinas. Eran grupos que ni siquiera se dedicaban al delito sino que eran más bien perturbadores de la paz pública", apuntó.

Sin embargo, las pandillas comenzaron a desarrollarse hasta convertirse en grupos que dominan una zona determinada y tienen como principal fuente de ingresos la extorsión. "Las pandillas siempre tienen un carácter territorial. Dominan una zona y cobran renta a todos los que pueden adentro de esa zona", indicó.

Así, las pandillas suelen exigir dinero a comerciantes, distribuidores o habitantes de las zonas que controlan, a cambio de su seguridad. Según Amaya, las pandillas suelen ser "leales" a los acuerdos que hacen con los extorsionados, lo que les permite ganarse la protección de los vecinos ante posibles intervenciones de la Policía.

Amaya puso como ejemplo las dos pandillas principales de El Salvador: la "Mara Salvatrucha" o MS-13 y "Barrio 18" o MS-18 para explicar la estructura jerárquica que suelen tener este tipo de organizaciones: "la célula o estructura más básica se llama 'clica', por encima están los 'programas', que son agrupaciones de clicas asociadas según territorio u orígenes y arriba está la 'Ranfla', que funciona como una especie de junta directiva de la pandilla, una parte dentro de las cárceles y otra fuera".

El especialista señaló que la acción de las pandillas hizo perder presencia al Estado en algunas zonas, ya que maestros o servicios de salud no pueden ingresar al territorio sin su aval. La Policía, además, solo puede ingresar con grandes operativos, en ocasiones con la asistencia del Ejército.

Amaya recordó además las diferentes estrategias que implementaron los gobiernos salvadoreños para confrontar a las pandillas. Tras una época en que se "desatendió" a las organizaciones durante los 90, se aplicaron medidas de "mano dura" que, si bien permitieron a presar a muchos de sus integrantes, no desbarataron las organizaciones.

En una etapa posterior, dijo Amaya, se intentó una "tregua" con las pandillas, intentando establecer negociaciones con sus líderes a cambio de un descenso en la cantidad de homicidios. El experto sostuvo que el acuerdo no logró terminar con las pandillas sino que permitió que "tomaran conciencia de que podían negociar con el número de muertos".

Amaya advirtió que en toda Latinoamerica se produjeron procesos de desarrollo de grupos criminales, fundamentalmente vinculados al narcotráfico y la actividad ilícita en zonas fronterizas pero consideró que mantienen una naturaleza diferente a las "maras", a las que identifica por "una violencia desproporcionada" que no guarda relación con un objetivo delictivo.

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