Contenido creado por Jorge Luis Costigliolo
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En búsqueda de ballenas francas

El avistaje de ballenas francas en Maldonado y Rocha promueve una nueva forma de turismo, responsable y sostenible, que invita a la aventura de la búsqueda, contraria a la "cultura del zoo" que supone que el turista que paga tiene que ver. Montevideo Portal realizó un tramo de la "Ruta de la Ballena" en el que se logró localizar a los cetáceos.

03.08.2009 13:03

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2009-08-03T13:03:00-03:00
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Montevideo Portal

De agosto a octubre se organizan en nuestro país salidas de avistaje de ballenas francas en la costa de Maldonado y Rocha, una iniciativa impulsada por la Organización para la Conservación de Cetáceos junto al Ministerio de Turismo, que cada año gana más adeptos.

Como parte de la promoción de esta "Ruta de la Ballena Franca", el pasado viernes 31 de julio se organizó un viaje gratuito del que participaron periodistas, estudiantes, aficionados al avistaje de aves y ballenas, guías turísticos, y personas interesadas en esta forma de turismo.

"Lo primero que hacemos es bajar las expectativas del turista", afirmó Rodrigo García, responsable de la OCC y guía del recorrido. Esta frase de presentación, que puede resultar poco estimulante, es fundamental para preparar a los participantes de una forma de turismo que no siempre suele cumplir con el slogan de "el que busca encuentra".

"Esto es muy distinto a la cultura del zoo, en el que uno paga y tiene que ver. La mayoría de los Parques Nacionales de todo el mundo ofrecen la posibilidad de encontrar distintas especies, pero no dan certeza", dijo a modo de ejemplo, y también se refirió al "efecto Ness", explicando que miles de turistas viajan cada año al célebre Lago Ness, pero ninguno logró ver al monstruo que supuestamente descansa en sus profundidades.

"Nuestro monstruo por lo menos existe", apunta sonriendo el líder de la OCC. Un "monstruo" que en su edad adulta alcanza los 15 metros de largo, el equivalente a un ómnibus, y pesa 40 toneladas.

García no perdía oportunidad de resaltar que lo importante era la aventura de la búsqueda y el aprendizaje sobre cómo localizar a estos espléndidos animales, más allá del resultado obtenido. Una aventura que tenía como condimento extra el encuentro con un paisaje al que los uruguayos solemos prestarle atención sólo en verano, y la posibilidad de compartir historias con los moradores habituales de esos lugares, desolados en los meses fríos.

Con las expectativas en su lugar, el nutrido grupo se fue interiorizando durante el viaje sobre los aspectos más importantes de esta especie, sus costumbres y algunas curiosas historias sobre el comportamiento de estos animales. El recorrido previsto forma parte del "primer tramo" de la Ruta de la Ballena y recala en Piriápolis, Punta Fría, Punta Colorada, Punta Negra, Punta Ballena, Piedras del Chileno y Punta Salinas, el extremo austral de Uruguay. El circuito completo comprende una decena de puntos estratégicos de avistaje en Rocha.

"Estamos promoviendo un turismo sostenible y responsable, que sirve de herramienta para la conservación" en referencia a esta especie que, si bien no está en peligro de extinción, necesita de los esfuerzos de conservación para no desaparecer. Actualmente hay unas 8.000 ballenas francas que visitan las costas sureñas, principalmente en Nueva Zelanda, Sudáfrica, Península Valdez, la costa este uruguaya y el sur de Brasil.

Estos animales tienen hábitos costeros y pueden acercarse hasta unos pocos metros de la costa, aunque quienes realizan este tipo de turismo saben que los binoculares son un implemento imprescindible.


Las ballenas francas visitan nuestras costas para reproducirse, siendo Rocha y Maldonado algunos de los "hoteles" frecuentados por los cetáceos para tal actividad, que un año después tiene su fruto. Tras doce meses de gestación, los ballenatos llegan al mundo con un nada despreciable tamaño de entre tres y cinco metros. Si bien es más común que las ballenas tengan sus crías en la costa de Brasil, algunos partos se producen en nuestras costas.

Mientras el tour se acercaba al primer punto de observación, García fue "entrenando" al grupo para reconocer la ballena franca. El primer requisito era paciencia, mucha paciencia. "Hay que tener en cuenta el tiempo que se dedica a mirar el mar, porque las ballenas pueden pasar entre 15 y 30 minutos sumergidas", apuntó el guía.

Lo importante era realizar un concienzudo paneo visual del mar, deteniéndose en detalles tales como cambios en la corriente marina o puntos específicos donde se concentra espuma blanca. Y el resoplido: una emisión de aire caliente en forma de V, que se eleva varios metros sobre la superficie del mar y con un sonido característico, provocada por la exhalación de la ballena que en unos minutos expulsa miles de litros de oxígeno por sus orificios nasales, y vuelve a llenar sus pulmones para la siguiente inmersión prolongada.

Desde Piriápolis hasta Piedras del Chileno, la expedición transcurrió sin éxito. La tarde se iba agotando y los lugareños interrogados en cada punto daban pistas, algunas más estimulantes que otras. "Estuvieron la semana pasada", contó Osvaldo, vendedor de caracoles y artesanías de Punta Ballena que recibe a los visitantes con el soplido de una caracola gigante, a modo de ritual de bienvenida.

"Nos informaron que las vieron en la parada 40", dijo entusiasmado García cuando los expedicionarios se habían subido al ómnibus, un poco desalentados por el comentario del artesano. Con ese rumbo partió el grupo y halló la recompensa frente a Isla Gorriti: a lo lejos se divisó un pequeño montículo negro emergiendo desde lo profundo: "una madre", explicó García, señalando que por esa condición era poco probable que se acercara o realizara algún despliegue exhibicionista. "Las madres suelen llamar poco la atención, quedarse lejos de la costa y cuidar al ballenato", agregó.

Diez o quince minutos de espera, unos segundos de observación. Con esa cadencia el grupo pudo apreciar durante un buen tiempo la salida a la superficie tanto del bebé, que en opinión de García tenía tan sólo "unos pocos días de edad", y de la protectora madre, que aportó unos cuantos resoplidos para el ya entrenado ojo del turista.

"Con unas pocas horas de búsqueda, logramos cumplir el objetivo", dijo satisfecho García, que invitó a los presentes a participar de otras actividades, cursos y programas de la OCC, en la que participan personas especializadas en cetáceos pero también personas de todo tipo interesadas en aportar a la conservación de esta especie.

Por más información sobre la ballena franca, los paseos de avistaje y las actividades de la OCC pueden visitarse los sitios www.ballenasenuruguay.com y www.occ.org.uy.

 

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