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Navegaciones

Navegaciones: la columna de Esteban Valenti

Los culpables de la inseguridad y las muertes

Al Kiki lo agarraron y murió, el problema son las fábricas sociales de "Kikis", que antes no existían y ahora están en plena producción. Por Esteban Valenti.

27.02.2018 13:21

Lectura: 11'

2018-02-27T13:21:00-03:00
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Escribir sobre este tema, en particular en estos momentos, me incomoda, me hace sentir un poco buitre. Pero son las cosas que obligatoriamente debe afrontar alguien que opina sobre temas de actualidad. Y la inseguridad y, sobre todo la muerte, en Uruguay son de absoluta actualidad, de la máxima actualidad.

Las razones son por todos conocidas: asaltos a mega joyería y remesas bancarias, cajeros que vuelan, asesinatos en cantidades desconocidas para el Uruguay, diez en cuatro días, y asonadas hechas por delincuentes que rapiñan a los transeúntes y automovilistas en Avenida Italia y que son detenidos y liberados graciosamente en pocas horas por la justicia. Mejor dicho, por la injusticia. Simultáneamente el robo a turistas en las proximidades del MAM o el robo a la revista House a la salida de un tablado. Para mencionar los hechos más notorios y sucedidos en pocos días.

Incluso las rápidas capturas que hizo la policía, para mí, como sociedad, son una derrota. ¿Por qué?

No tengo la más remota, alejada esperanza, de que algún día se terminará la criminalidad, los hurtos, las rapiñas y los etcéteras, ni aquí ni en ninguna parte del mundo; no soy un iluso. El problema es la cantidad y calidad de los delitos, sus autores, su ferocidad y su localización. Una de las noticias que más me golpeó es que la banda de los Chingas volvió a desalojar familias en el barrio Casavalle. Hace pocas semanas cientos de efectivos policiales habían invadido y ocupado por algunas horas el barrio y aparentemente resuelto la situación. Fue un instante, los delincuentes se reorganizaron y volvieron a la carga.

Yo sigo con fanatismo, con devoción, el debate de este tema de la inseguridad por los medios. Y siento asco, bronca y en cierta manera resignación. Y me refiero al gobierno y sus justificaciones o silencios, y también a todos los políticos. Y si algún santurrón de la política me quiere acusar de hacer antipolítica, adelante. No hay nada que desprestigie más la política y la democracia que la incapacidad sistemática y la perpetua distribución de culpas.

La inseguridad se ha transformado en Uruguay en uno de los más terribles factores de desigualdad social. Si alguien tiene dudas que visite y trate de vivir una jornada en muchos barrios del norte y el oeste de Montevideo.

Y sigo este debate, porque asumí hace tiempo que los hechos, la situación que más nos ha cambiado la vida a los uruguayos, es precisamente la inseguridad, y ese proceso no se ha detenido, al contrario, y no hay cifra, estadística o demagogia que haya modificado esta realidad.

Todo el resto de la vida económica, social, cultural y los gestos cotidianos de nuestra existencia en este bendito país se pueden modificar, y la mayoría se han modificado para bien, se pueden seguir cambiando en plazos que son relativamente manejables, mientras que el desmoronamiento de la seguridad y su impacto en nuestras vidas no hay forma de cambiarlo a corto plazo. No lo hay, pero si no lo analizamos en toda su gravedad y sin pequeñas miserias partidarias será un daño irreparable. Viviremos lentamente en otro país, aunque en las mismas calles, barrios y campos.

Me da bronca y repulsión cuando los que gobernaron antes se lavan las manos. Los que extremaron la miseria y la incapacidad operativa de la policía a niveles desconocidos se hacen los sorprendidos. Sí, les estoy hablando a ustedes colorados y blancos, que por un lado hambrearon a los policías, no les dieron instrumentos ni legales ni materiales y los obligaron a organizar una huelga, la primera huelga policial de la historia nacional. ¿Se acuerdan? Esos fueron ustedes.

Me dan bronca cuando no reconocen que en el periodo del 2000 al 2004 se produjo el mayor aumento porcentual de delitos contra la propiedad de nuestra historia, por la desesperación social y por la crisis de la policía sin recursos, pero lo más grave fue que la miseria y la pobreza entre los menores de 18 años alcanzó el 60%, y esa tragedia social, la mayor caída en toda nuestra historia, nos marcó y todavía nos está marcando, porque del otro lado de esa fractura se quedaron socialmente, económicamente y en muchos casos moralmente, muchas familias, que todavía viven allí.

Al Kiki lo agarraron y murió, el problema son las canteras de "Kikis", las fábricas sociales de "Kikis", que antes no existían en el Uruguay y ahora se han estabilizado en plena producción. No nos lavemos las manos.

Me dan bronca los míos, los malos y los pésimos ministros del interior -o no todos-, sin preparación ninguna, que recitaron un manual "sociológico" y fueron comentaristas del crimen, que simplificaron todo a que las causas del crimen eran todas sociales, y resueltas esas causas bajaría la delincuencia. ¿Y? No bajó nada, bajamos la pobreza del 39% al 9% y, al contrario, el delito creció de manera constante durante 12 años, alcanzando las mayores cifras de nuestra historia. Esos malos dirigentes que nunca les escuché hacer una autocrítica, un análisis serio y profundo, para al menos disimular que habían aprendido algo.

Me da bronca que hayamos multiplicado por tres el presupuesto del Ministerio del Interior, en dólares , y aumentado el número de policías, de autos, de telecomunicaciones, de armas, de equipos tecnológicos, de cámaras de vigilancia, de todo, de absolutamente todo, pero eso no se refleje en absoluto en los resultados. Aunque ahora hayan detenido a los ladrones del Conrad y al Kiki, hay miles de delincuentes impunes, asesinos, ladrones, rapiñeros sueltos. Y tenemos 10 mil presos, la segunda proporción de presos por habitantes de América Latina, y seguramente la primera de policías.

Y me subleva que siempre le encontramos una explicación polémica, que nos sirve para discutir con los desvaríos y medidas desesperadas planteadas por sectores de la oposición y en especial con las mentalidades de derecha. Ahora en lugar de discutir en serio, en serio, que vamos a hacer a corto, medio y largo plazo para revertir estas tendencias, ponemos en el baile a los militares. La imaginación de nuestros políticos en este país, un país de grandes políticos de antaño, no tiene vuelo ninguno, es patética.

No hace falta tener mucha imaginación - lo digo por nuestros políticos - para darse cuanta hacia dónde vamos con el aumento radical de la violencia, de los asesinatos, de las zonas controladas por los Chingas y otras bandas, vamos hacia donde YA ESTÁN otros países de la región. Solo que vamos más lentamente.

Había que reformar el Código del Proceso Penal, que era una vergüenza civilizatoria, digna de otros tiempos, anclado en el pasado y en nuestro sentido conservador. Lo cambiamos, pero algo tiene que quedar claro, para los legisladores, los gobernantes, los fiscales, los jueces, los políticos, los policías, el ministro y tutti quanti, que la prioridad absoluta del CPP es mejorar la seguridad, es para hacer más eficientes las investigaciones y los procesos, para evitar el escandaloso porcentaje de detenidos sin condena, pero ES POR SOBRE TODAS LAS COSAS, PARA MEJORAR LA LUCHA CONTRA EL CRIMEN. No se nos distraigan y comiencen a cruzar justificaciones y explicaciones. Estoy harto, y seguramente están tan hartos como y la inmensa mayoría de los uruguayos, de los que descargan sus responsabilidades o explican el desbarranque.

El Código Penal, el Código del Proceso Penal no son un compendio de normas legales para entendidos y especialistas, ni el instrumento que da trabajo a una parte del estado, son los principales instrumentos legales que se ha dado la sociedad uruguaya para combatir el crimen, para penar a los delincuentes. Civilizadamente, pero firmemente. No lo olviden mientras están perdidos en tantos debates formales.

Si la amplitud que queda a criterio de los fiscales y jueces en la aplicación de las leyes y resolver la libertades adelantadas es discrecional y lo consideramos demasiado amplio, que prevalezca la voluntad del mayor legislador, de la ciudadanía a través de sus legisladores.

Estoy de acuerdo que hay delincuentes que deben cumplir un mínimo de 30 años de pena y recién allí estudiar su libertad. No hace falta la cadena perpetua, sino una simple reforma de la máxima pena de 45 años.

Lo reitero, hagan los cambios y ajustes que crean necesarios al CPP, en forma urgente y no nos atrapen y nos mareen con ese lenguaje de entendidos, o mejor dicho, de desentendidos, que hacen de la justicia algo fuera de la vida concreta y real de la gente común, de las víctimas de la injusticia y del crimen. LA PRIORIDAD SOMOS NOSOTROS, LOS URUGUAYOS HONESTOS.

También deberíamos hacer una profunda revisión crítica de las políticas sociales y su impacto profundo y duradero en la sociedad, no en las estadísticas, en los seres humanos.

Basta de pasarse la pelota unos a otros, que cada uno asuma sus responsabilidades, políticas, históricas, institucionales. Sabemos que no habrá magia, que no habrá soluciones inmediatas, pero queremos estar seguros - al menos en eso - de que se está avanzando, paso a paso y de la única manera que se puede avanzar en esos temas, entre todos los ciudadanos honestos juntos.

No queremos, no necesitamos un mea culpa colectivo; se lo merecerían, pero ni siquiera eso nos alcanza, queremos medidas concretas, a nivel legislativo (arreglen el CPP rápido) ajusten las penas a los nuevos tiempos, desde las leyes, desde los fiscales y desde los jueces, mejoren en breve la presencia policial en todo el territorio nacional, sin islas, sin desalojos compulsivos por parte de las bandas - cuando hacen falta 10 años para expulsar un usurpador de tierras - sin zonas liberadas. Castiguen de manera más dura al crimen organizado, a los sicarios, a los traficantes. Ahora hay cárceles más o menos decentes para todos.

Y tengan muy en cuenta que los gobernantes, los legisladores, los jueces de todos los tribunales, los fiscales, los intendentes, los ediles, los presidentes y jerarcas de las empresas del estado, los militares y policías, tienen que ser un ejemplo de honestidad, porque el pescado siempre se pudre por la cabeza. Y la corrupción es la puerta de entrada más peligrosa hacia la inseguridad generalizada. Uruguay ocupa el primer lugar en América Latina en percepción de honestidad y transparencia. No nos alcanza, queremos más moralidad, más ética, no queremos nepotismos de ningún tipo.

No se trata de llenar el ojo sino de cumplir el deber. Si el crimen es horrendo, el asesinato inmundo, como el de una piba de 26 años asesinada por un delincuente encallecido que tenía 22 años, si asaltan una super joyería en Punta del Este y se llevan 3 palos verdes, los medios y, sobre todo la televisión que tienen que llenar sus dos horas de informativo central diario a como dé lugar, se encargarán de seguir, de batir el tema hasta el hartazgo, pero los cientos de robos de boliches, de personas en la calle, del cachilito viejo de un amigo mío que lo robaron ayer y que ni siquiera lo denunciará, o la cadenita de oro que le robaron la semana pasada a una abuela a pleno día en el Cordón, de eso nadie se ocupa. Somos nosotros que tenemos que ocuparnos.

No saquemos la pata del acelerador, presionemos a todos los políticos, gobernantes y opositores, para que se dejen de plebiscitos para dentro de dos años, de bolazos, y de siglas mágicas en el ministerio y se pongan como meta tangible y concreta un cambio radical en la lucha contra los criminales y por la seguridad de los uruguayos. Como si todos fueran robos en el Conrad y en el supermercadito Super Vero. Y ya.

P.D. Queda para otra nota el tema más general de la violencia en la sociedad uruguaya, que también es una responsabilidad de todos, que no podemos redistribuir a gusto del consumidor y de los votantes.

Por Esteban Valenti