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2018: la Katabasis de la izquierda

Como no puedo evadirme de la política ni siquiera a fin de año, voy a desearle a la izquierda que el 2018 sea un año de profunda Katabasis. Por Esteban Valenti.

26.12.2017 13:48

Lectura: 5'

2017-12-26T13:48:00-03:00
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Lo mejor de la vida es el pasado, el presente y el futuro. Pier Paolo Pasolini

Lo típico, lo tradicional en estas fechas es desearnos entre todos, los mayores logros y felicidades para el año próximo. Y cada uno lo interpreta como le parece de acuerdo a sus expectativas, sus sueños, sus problemas, su personalidad. Desearnos esas difusas "felicidades" que aún con el mejor sentido y cariño, son una costumbre fumosa.

Como no puedo evadirme de la política ni siquiera a fin de año, voy a desearle a la izquierda uruguaya que hagamos Katabasis, que el 2018 sea un año de una profunda Katabasis.

La Catábasis o Katabasis, del griego, quiere decir "abajo" y avance", es un descenso de algún tipo, como bajar una ladera, el sol al atardecer, una retirada en una campaña militar, una expedición a los infiernos o un viaje desde el interior hacia la costa. Es siempre un profundo baño de humildad, esa es la lectura que más me gusta entre las muchas que tiene.

Para descender del Olimpo hay dos maneras de hacerlo, con una estrepitosa rodada o como un acto consciente de reflexión, de humildad republicana, izquierdista, porque venimos de abajo y siempre deberíamos recordar la frase latina "Cave ne cadas" (cuidado que también se cae) que el más humilde de los esclavos le susurraba al oído al emperador cuando entraba a Roma en triunfo.

Las caídas estrepitosas son siempre huérfanas y repletas de reproches cruzados, la Katabasis asumida como un acto consiente de reflexión crítica es lo que necesitamos para analizarnos, para recuperar muchos valores y actitudes que hemos perdido y para darle valor a lo que se ha hecho sin transformarlo en religión indiscutible.

Todos los grandes, incluidos los griegos y sus héroes mitológicos han sabido descender a tiempo y mirar su obra y mirarse a sí mismos desde el llano, desde abajo.

El descenso, la Katabasis también se hace atravesando el desierto de la derrota, es su condición natural, pero una izquierda que defienda su verdadera identidad, que no es el poder por encima de todo y de todos, debería ser capaz de bajar de sus palacios nuevamente al llano de la gente, de todos los trabajadores y no solo de los que gritan y tienen su lugar asegurado en el Estado, de los intelectuales, de los que no tienen voz, de los que arriesgan y producen en las ciudades y en el campo, los bosques en las costas y en el mar, de los que educan y cambian las ideas y la materia. El llano de todos los uruguayos, no importa lo que votaron o lo que quieran votar.

El llano de todos aquellos que las estadísticas registran del otro lado de una casita decente, de comer bien, de criar a sus hijos con un mínimo de posibilidades, de los que son pobres.

Descender al llano de los que han quedado por afuera de esos aparatos políticos cada día más encumbrados y que se han adueñado de aspectos fundamentales de la política y del poder y no lo sueltan y desde allí disputan el gobierno. Esos aparatos y esas hegemonías que han arrinconado a una parte fundamental de los que no piensan como ellos y han roto una de las virtudes principales de la izquierda uruguaya: el equilibrio, la pluralidad.

El 2018 será un año muy importante, el número 14 desde que gobierna el Frente Amplio, el de la elaboración programática, el de completar muchos proyectos, el de demostrar que la izquierda sigue queriendo representar a la mayoría del país para los cambios y no para la propaganda de la gestión y la administración. Para ejercitar la imaginación creadora.

Para algunos asegurar la continuidad en el Olimpo parece ser la única medida de todas las cosas, la única estrella que ilumina el único camino. Así comenzaron todos los derrumbes.

El descenso al mundo de los comunes del que salimos todos para disputarle el Olimpo a los patricios tradicionales, requiere una gran honestidad intelectual, un gran rigor moral y un gran sentido crítico, para valorar lo que se hizo y reconocer lo que no se hizo o lo que hicimos mal.

Descender es privilegiar las orejas y los ojos por encima de la boca y la lengua y el cerebro por encima de las consignas y las aletas.

Mi deseo para la izquierda uruguaya, que sigue existiendo, que tiene fuertes referencias humanas, culturales y políticas es que reflexionemos muy profundamente sobre el camino recorrido y sobre nuestra identidad que hay que renovarla todos los días, todos los años.

La luz que mencionaba Seregni y que se encuentra al final del túnel, no está, hay que construirla.

Por Esteban Valenti