Contenido creado por Manuel Serra
Navegaciones

Navegaciones: escribe Esteban Valenti

¿Para qué sirve?

Lo que no quiero confundir nunca, como hacen unos cuantos, es militar con ser funcionario, con ejercer cargos de poder. Por Esteban Valenti.

17.07.2018 13:00

Lectura: 7'

2018-07-17T13:00:00-03:00
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La semana pasada publiqué una columna en UYPRESS y BITACORA que superó ampliamente el nivel regular de las lecturas e incluso mis expectativas más optimistas. "Los candidatos y la sillontocracia". Los temas picantes y de actualidad y, sobre todo, de la interna política, tienen un atractivo especial. No es un mal síntoma, todavía hay un público interesado en la política, en medio de un mundo cada día más refractario.

Mientras tanto la carrera de los nombres, de las especulaciones y de las encuestas está lanzada a todo galope. La danza continúa.

Un amigo me mandó un comentario sobre mis posiciones que quiero compartir con ustedes: "El mensaje es amargo. Es necesaria que esa perspectiva del presente y del futuro -"que no venga". Es necesaria. Por un lado nadie piensa en el futuro en términos que superen los espacios de poder. El futuro de ideas y visiones estratégicas no existe. No existe ni a derecha ni a izquierda"

"La miserabilización de la política agobia pero es así como estamos. Estamos así acá y estamos así en el mundo, del cual das una visión que no se escucha ni lee en ningún lado. Solo me temo que no mueva la aguja de la política". Relacionaba esta columna con una anterior donde mencioné la frase de Juan José Castelli, el "orador" de la Revolución de Mayo.

Al final dice una gran verdad, es muy posible que no mueva la aguja de la política y entonces ¿Para qué sirve? ¿Para lucirse? ¿Para posar de inconformista? ¿Para refugiarse en la crítica y no embarrarse en las cosas concretas y posibles de la política, las que mueven la aguja?

Son algunas posibles interrogantes. Yo me las formulo. Tengo mi origen y he militado en la política de las acciones, de los resultados, de las batallas combatidas en forma constante, durante mis muchos 56 años de actividad política. ¿Y ahora qué?

Ahora sigo luchando, sigo ejerciendo una de las enseñanzas más valiosas que aprendí de chico, de imberbe militante político de izquierda: lo importante es la lucha, es no entregarse, es asumir que más grandes son las tareas, los objetivos y más tenaces hay que ser. Si vivimos comparando nuestros objetivos con las miserias de cierta política, terminaremos siendo unos miserables.

No solo escribo críticas, en particular al gobierno de mi país y de mi ciudad, he aportado estudios, investigaciones, propuestas, ideas, y me llené las manos de engrudo, de tinta de imprenta, de videos y discursos en muchas oportunidades, en campañas electorales y fuera de ellas. Lo que no quiero confundir nunca, como hacen unos cuantos, es militar con ser funcionario, con ejercer cargos de poder. Esa no es, por suerte, la única forma de militancia.

La crítica, el mantener el espíritu crítico por encima de todo e incluso a cualquier costo - y vaya si cuesta mantener el espíritu crítico - cuando una parte de la izquierda está llena del moho del poder y considera que el debate debe ser en las orejas de los poderosos para no incomodarlos, para "defender la unidad". Demuestran una vez más cuanto mal puede hacer el poder burocratizando las ideas y las metodologías del debate político.

El que debe escuchar, el que debe opinar, el primer actor de la política, incluyendo la acción de gobierno, en todos los niveles, es la gente, son los ciudadanos, no son imberbes que hay que proteger de los intercambios de los dirigentes para que no se pongan nerviosos y sobre todo para que no se interroguen sobre los problemas reales, los que tienen que ver con sus vidas. Nada menos.

Yo he gastado muchas horas de mi vida, de mi trabajo y de mi militancia - y gratis - defendiendo a los gobiernos de izquierda y me gustaría que algunos de los cultores de la defensa a ultranza de estos gobiernos, me demuestren en cuantos debates y batallas han participado. Lo que no confundo es que debo practicar una actitud de devoción obligada, que me obliga a callar cuando veo gruesos errores, inmoralidades, mentiras y serios desvíos de las ideas transformadoras del cambio y una deriva cada día más evidente hacia prácticas muy parecidas a las de nuestros adversarios. Callar, hablar al oído, mentir u ocultar la realidad, eso es política sin memoria, sin pasado y sobre todo sin futuro. Eso sí, con una devoción por los cargos indeclinable.

Lo aprendí de chiquito hace muchos años, en política hay que tener claras las prioridades, yo trato de establecerlas y respetarlas.

Primero está la gente en general, las grandes mayorías nacionales y en especial los más débiles e indefensos, no como estadísticas solamente sino como seres humanos concretos. Con todas sus contradicciones. No vivo hablando del pueblo y luego lo atiendo de a porciones y lo quiero convencer que hay que flotar todos juntos.

Segundo, los valores democráticos en serio, de defensa de las libertades, de construir junto a la gente las herramientas para ser cada día más libres y con más derechos, es una batalla permanente, sin fin, incansable. El límite no puede ser un sillón.

Tercero, para poder actuar hace falta disputarle el poder a los que siempre lo ejercieron y alcanzarlo con claros objeticos programáticos, políticos, institucionales, culturales, educativos y humanos; sí, humanos en el sentido más profundo del concepto. De humanismo y combatir la tendencia a parecernos a ellos cada día un poco más a esas prácticas que criticamos y combatimos.

Cuarto, la batalla por la moralidad, por la transparencia, contra la corrupción en todas sus formas se ha transformado en un eje central de la propia identidad de la política y de la izquierda. La base ideológica de la decadencia moral de la política en la actualidad, es la hipertrofia del poder ocupando todos los espacios del razonamiento y de las estrategias políticas. El poder despojado de ideología es el camino más corto hacia la inmoralidad.

Quinto, el trabajo es la base no solo del progreso, del crecimiento, del desarrollo de una sociedad sino de su salud moral y de su cultura. El trabajo es una identidad obligada de la izquierda.

Sexto, la educación pública, su nivel, su calidad, sus resultados, su impacto positivo en toda la sociedad, ahora incorporando la educación permanente ante las nuevas exigencias del crecimiento tecnológico y científico acelerado, siguen siendo, o mejor dicho son más que antes una de las bases de la igualdad de oportunidades y del avance social.

Los programas deben reflejar los valores fundamentales y permanentes de la izquierda, la realidad del momento en que se elaboran, los grandes objetivos de cambios y avances y la estructura del bloque político y social de los cambios. Los candidatos, los cargos que se disputan deben estar al servicio de ese Proyecto Nacional que resume en cada momento todo lo anterior.

Para luchar por esas cosas, sirve discutir, opinar, organizar actividades, encuentros, debates y estructuras políticas para cumplir esos objetivos.

En el verano de 1880, estando Marx recibió la visita del periodista John Swinton del New York Daily Tribune. Durante la conversación le planteó una pregunta que traía preparada. Marx, se pone a pensar sobre esa interrogante. El periodista le vuelve a preguntar "¿Cuál es la ley final del ser?", Marx, después de una larga pausa contemplando el embravecido mar, contesta: "¡La lucha!".

¿Para qué sirve? Para luchar.

Por Esteban Valenti